La Torre de Navidad se ubica en las estribaciones del Soto de la Podadera, situado al sur del monte de Galeras, en el extremo sureste, junto a la batería de Navidad y a superior cota.
Batería y torre de Navidad |
ARQUITECTURA
La torre es hexagonal, con un vano que fue semicircular a media altura en cada una de sus 4 caras que dan al mar, dispondría de un pilar en el centro para sostener las vigas de la cubierta. De base más ancha se estrecha según se avanza en altura. Sólo quedan restos de una planta construida a base de hiladas de ladrillo y relleno de bloques de piedra irregular. Los ladrillos también se encuentran en el refuerzo de las esquinas. Todo en muy mal estado.
La torre de Navidad vista desde la batería del mismo nombre. Foto del año 2015. |
Es probable que muchos de esos bloques de piedra se emplearan en la construcción de la batería de Navidad.
Declarada "Bien de Interés Cultural" (BIC) por la Comunidad A. de la Región de Murcia, con nº de inventario 160576, en la categoría de “Monumento”.
La torre de Navidad en 2019. |
HISTORIA
La primera referencia a la construcción de una torre, cubo, en la punta de Navidad se encuentra en el acta capitular del cabildo de Cartagena, de fecha 16 de septiembre de 1619: «...se aga una torre en la parte que dizen las Algamecas, ques el desenbarcadero [y dos cubos, uno en cada punta del puerto (superpuesto sobre el acta)] principal quel enemigo puede tener...». El día anterior, el marqués de los Vélez, capitán general del reino de Murcia, había visitado la ciudad para dar el visto bueno a las construcciones citadas.
Dibujo de la torre y batería de Navidad, realizado por el capitán Juan José Ordovás en 1799. |
Pasan 6 años sin que nada se edificara. Así se llega al 1 de enero de 1626, cuando, el marqués de los Vélez visita de nuevo Cartagena. Insistiendo en la conveniencia de las construcciones citadas: «...dos cubos en las puntas del dicho su puerto y cada uno dellos sea capaz para poder gobernar tres piesas de artillería y una torre entre las dos Algamecas... los cuales... ynpidan los desembarcaderos y entradas de enemigos en este puerto...» Considerando esta la mejor defensa de la ciudad, por delante de la muralla, que dejaba partes de la urbe fuera de ella y que sería costosísima de reformar, todo lo contrario que la torre y los cubos. Pudiendo utilizar el dinero destinado a la construcción de las torres costeras de Calabardina y Cope, depositado en la ciudad, y si faltaba, usar el consignado a la reparación de las murallas. El Concejo escribe al rey, trasladándole la propuesta. Felipe IV responde en junio de ese año, aprobando la construcción de la torre y dos cubos “en las murallas”, con un dinero que el ayuntamiento debía proponer de donde sacar, «...bien veréis de donde se podrá sacar el que será menester para estas obras y lo auisaréis para que uisto se tome la rresolución que más conuenga a mi servicio y entonces diréis la suma que en esto se gastará, adbirtiendo que por ahora no está mi hacienda en estado que pueda suplir este gasto...»
La confusión de los cubos adosados a la muralla causa sorpresa en los ediles cartageneros y es subsanada en un nuevo escrito al rey. Se consiguió la aprobación de las construcciones, pero no el uso del dinero asignado a las torres de Cope y Calabardina (no fue construida). Como única opción queda pedir autorización para el uso del dinero asignado al mantenimiento de la muralla de la ciudad, procedente de lo recaudado del impuesto de “millones”, 18.000 ducados en 6 años, a razón de 3.000 ducados al año. Siendo esto lo que se acordó.
Vista del interior de la torre |
Sin esperar la respuesta regia y ante la insistencia del marqués de los Vélez, convencido del visto bueno real a las actuaciones que él realizara, el concejo comienza los preparativos y las obras. En una carta firmada en Mula, el 8 de agosto de 1626, por don Luis Fajardo de Requesens y Zúñiga, marqués de los Vélez, oficializa la orden de construir las torres “artilladas”. El texto íntegro de la carta puede consultarse AQUÍ.
El Concejo comisionó al regidor Alonso González de Sepúlveda para que hiciera llamar a los maestros albañiles, vecinos de Cartagena, Lorenzo Berezosa y Juan Aguirre que estaban trabajando en Murcia, para reconocer los lugares elegidos y levantar las plantas de las torres del puerto. Dos semanas después los planos ya estaban realizados y fueron presentados al Ayuntamiento en un cabildo ordinario. En el acta capitular del día 29 de agosto de 1626 se anotó lo siguiente: «...abiendo reconosido los sitios donde se han de fabricar, hizieron las dichas plantas, las quales se han de remitir al señor marqués de los Bélez..., como lo tiene mandado, para que Su Excelencia elixa la que se a de poner en execusion».
En ese mismo cabildo, el regidor Diego Pallarés, que había regresado de Madrid tras representar a la cuidad ante la Corte, pidió se le pusiese al corriente, leyéndole las actas anteriores sobre el tema de las torres-cubo de la entrada del puerto. Pallarés muestra su desacuerdo con la construcción «...sin horden expresa de Su Magestad y las costas y gastos y daños e ynconbinientes que dello rresultaren corran por quenta de quien obiere lugar de justicia y si se hiciese lo contrario que pague». La consiguiente discusión termina con la aprobación por los demás regidores de los acuerdos anteriores, y la ratificación por el alcalde mayor.
El tema de las torres no se vuelve a tratar hasta más de 3 meses después cuando, el 12 de diciembre de 1626, el Concejo recibe respuesta del marqués de los Vélez sobre una propuesta de hacer unas torres más grandes que las aprobadas. Niega la construcción por lo costoso (entre 24.000 y 30.000 ducados), la necesidad de una mayor dotación de guardia, más cañones y un fondo permanente para su mantenimiento. Pide que se continúe con la reparación de la muralla y, en cuanto se terminen, se intente dar principio al hacer las torres en la boca del puerto. Esto último lleva a pensar que la construcción aún no había comenzado. En esta carta, fechada en Mula el 2 de diciembre, el marqués propone un nuevo arbitrio que sufrague el costo de la construcción, nuevo impuesto que debe ser autorizado por el rey.
Cuenta Francisco Velasco Hernández (1) que no existe registro de la carta a Felipe IV, ni la respuesta de este. No se vuelve a tratar sobre las torres de la entrada del puerto de forma directa por el concejo. Tampoco hay documentos que atestigüen el inicio de la construcción de la torre de Navidad, aunque es evidente que se comenzó, sólo hay que mirar hacia la derecha de la bocana del puerto de Cartagena, sobre la batería de Navidad.
Dos hechos si quedan reflejados en las actas capitulares del concejo y explican por qué se detuvo la construcción de los cubos, según Velasco Hernández:
1.- En febrero de 1627 el marqués de los Vélez es nombrado virrey del reino de Valencia, no volviendo a pisar Cartagena, en aquella fallece en 1631. Perdiendo la ciudad su principal apoyo ante el rey para la edificación de los cubos del puerto y la torre de la Algameca.
2.- El 16 de marzo de 1627 es leída en el cabildo una carta real, fechada en Madrid el 7 del mismo mes, donde manda se le envíe relación del dinero gastado en la reparación de las murallas, en concreto los 3.000 ducados correspondientes al año 1626. Precisando en qué efectos se habían llevado a cabo y con qué órdenes. Otra carta de Pedro de Arce, secretario del consejo de Guerra, recibida al mismo tiempo, requería estos mismos detalles.
El problema que se le plantea al concejo cartagenero es demostrar, con papeles, que no se había saltado la voluntad del rey, iniciando la construcción de uno de los cubos con el dinero consignado para el reparo de la muralla, a pesar del apoyo del marqués. Y que dicho dinero estaba gastado en el fin para el que había sido aprobado. De lo contrario se caería en la ira regia, y esa era una situación a la que nadie se quería enfrentar. Es indudable que la oposición del regidor Diego Pallarés a los acuerdos del concejo y sus amenazas de acudir al rey y a sus consejos, influyeron en los requerimientos recibidos.
Cuatro días después de recibir las cartas, en el cabildo del 20 de marzo, se acuerda que 2 comisarios hicieran la cuenta de lo gastado hasta la fecha de los 3.000 ducados. Pallarés pide al ayuntamiento que «para que se cunpla más bien lo que Su Majestad manda por la dicha real sedula, es de pareser se junten todos los papeles que en esta razón ay, así en primer lugar la libransa que se dio por el real consejo de hazienda, órdenes que dio a este ayuntamiento el señor marqués de los Beles, aquerdos fechos por esta cuidad sobre dicha materia, sacados a la letra y relación jurada de Alonso Garçía Ybarguen de lo que a pagado y se a librado en esta materia y qué es lo que se ha reparado y hasta adonde, y todo se enbíe a poder del señor secretario Pedro de Arce,..., y lo que en otra manera se hisiere, corra por quenta de quien ubiere lugar de derecho; y pide testimonio...»
A partir de aquí ya nunca más se vuelve a saber de las torres de la entrada del puerto. Para Francisco Velasco «cabe pensar que debió imponerse el silencio en toda su extensión. Unos, los responsables del comienzo de la construcción del cubo-torre de Navidad, el Cabildo casi al completo (alcalde mayor y la mayor parte de los regidores), debieron sufragar de sus haciendas particulares lo ejecutado hasta el momento o, en todo caso, reponer a la real hacienda los ducados desviados para las obras de las torres y pago de los albañiles; otros, Diego Pallarés y los que no participaron en los acuerdos, lograron una victoria pírrica, pues lo único que les iba en el asunto era salvar su orgullo personal, aún a costa de perjudicar los intereses de la ciudad a la que defendían. A cambio de ese silencio Pallarés obtendría algunas ventajas, pues curiosamente poco tiempo después la ciudad le concedería licencia para cortar la madera necesaria par construir una fragata de 10 bancos, así como 100 maderos para aderezar una casa en su heredad».
Por todo lo anterior, «la torre o cubo de Navidad quedó inacabada, inconclusa; por ello no podemos hablar de una torre desmochada, ni destruida por acción de guerra, si no de un proyecto más de los que se contemplaron a lo largo de los siglos XVI y XVII para mejorar la deficiente defensa de Cartagena y su costa».
En 1716 Luis Viller Langot representa la torre, sin mencionarla, en su “Plan del puerto baia y fondo por pasos geométricos de Cartaxena desde la punta de la Scombrera asta la punta del Cantar”.
En un plano de 1740 de Esteban de Panón, la leyenda la señala como torre empezada y no acabada.
En 1799, el capitán de infantería e ingeniero, Juan José Ordovás, en su Atlas político y militar del reino de Murcia, dice sobre ella: «Sobre esta batería (Navidad) y distante de ella 20 varas, se halla una torre exagonal, cuyo lado es de 10 varas hecha toda de ladrillo, y cuya obra no se concluyó; su edificación es por los años de 1626, hecha según se manifiesta con el fin de colocar en ella un fanal para que sirviera en la noche de guía a los navegantes». En su plano nº 16 la representa inconclusa y en la leyenda se lee: «Torre abandonada que se empezó a executar con el fin que sirviera de fanal para indicar de noche a las embarcaciones la entrada del Puerto».
Y cerca de 400 años después de su inconclusa construcción, torre defensiva o fanal de navegantes, parte de sus muros continúan en pie, como mudos testigos de la historia y los cambios experimentados por la ciudad y puerto de Cartagena
Planta de la batería y torre de Navidad. J.J. Ordovás, 1799 |
Fuentes y notas
- (1) La torre de Navidad, un enigma de la historia de Cartagena al descubierto. Francisco Velasco Hernández. Revista Cartagena Histórica nº 29, mayo-junio de 2009.
- Atlas político y militar del Reyno de Murcia; formado por el capitán de Ynfantería e ingeniero ordinario de los R. Exércitos Don Juan José Ordovás. 1799. A.G.M. Madrid.
- Plan del puerto baia y fondo por pasos geométricos de Cartaxena desde la punta de la Scombrera asta la punta del Cantar. Luis Viller Langot, 14-4-1716. Archivo General de la CARM.